martes, 4 de octubre de 2011

Rojo. Blanco. Negro. Azul

       Como en la retaguardia. Mirando desde atrás , desde lejos. Ocultando el sino de la propia existencia detrás de una sombra; envolvente, que aguarda con impaciencia el avance de nuestros pasos. Una fina capa oscurecida, que se quiebra y  agrieta, poco a poco, sólo con el sonido de nuestro aliento. Un sólo suspiro que derrama aire, sangre y lágrimas.

            Rojo y blanco.
                                  Negro y azul.

Colores con vida y sin vida.
                               


 .......................................................................................................

 He leído muchos libros en mí vida, y ninguno me había dejado una sensación como esta, de acabar de terminar el libro y salir corriendo para desahogarme, porque las palabras y las sensaciones habían hecho mella en mí y, el desasosiego y otros sentimientos no me dejaban respirar tranquila. Así que he terminado aquí, escribiendo algo que no se ni lo que es, ni si es algo reflejado por el libro ni si es otra cosa que no se definir.

 El libro, Blanca como la nieve, roja como la sangre de Alessandro D'avenia.

Y si con este libro no lloras, o no sientes un sentimiento indescriptible, no eres persona en mí opinión.


 Recomendable al cien por cien.


Unos fragmentos:


"El silencio es blanco. El blanco ni siquiera es un color. Una nada sin palabras y sin música. En silencio: en blanco. No soporto el blanco. Tengo miedo de él."


"El dolor me obliga a cerrar los párpados, a esconder los ojos. Siempre pensé que devoraría el mundo con mis ojos, que como abejas se posarían sobre todas las cosas para destilar su belleza. Pero la enfermedad me obliga a cerrar los ojos: por el dolor, por el cansancio. Poco a poco he ido descubriendo que con los ojos cerrados veía más, que bajo los párpados cerrados era visible toda la belleza del mundo, y esa belleza eres tú, Dios. Si tú me haces cerrar los ojos es para que yo esté atenta cuando los vuelca a abrir."

"Estoy en mí sueño. Estoy en mí hoguera."

"Querido Dios, hoy te escribe Leo, porque yo no puedo. Pero aunque me siento tan débil quiero decirte que no tengo miedo, porque sé que me cogerás entre tus brazos y me mecerás como a una niña recién nacida. Los medicamentos no me han curado, pero estoy feliz. Estoy feliz porque tengo un secreto contigo: el secreto para mirarte, el secreto para tocarte. Querido Dios, si me sujetas entre tus brazos la muerte ya no me da miedo."


" Te quiero.
 Yo también."