lunes, 3 de enero de 2011

1 de enero

                                                                                                    10:06 AM


Las calles están desiertas. Todo cuando contemplo está muerto, no hay ninguna alma que se muestre en este lugar tan desconocido para mí. Porque hace solo unas cuantas horas atrás este lugar estaba lleno de vida. Ahora, es una ciudad fantasma.
Parece extraño pero es así.

Poco a poco voy avanzando entre la gran cantidad de basura que se ha amontonado en las calles. Papeles aplastados, cartones desfigurados, refrescos, botellas de cerveza medio rotas y sustancias desconocidas vertidas en el suelo. Y más lejos de todo esto veo algunos contenedores de basura quemados y volcados por el suelo. Continuo caminando hasta llegar a una plaza. Cuando fijo la mirada a alrededor, mi sorpresa no es más grande que la de antes. Las tiendas están todas destrozadas, fruto de un vandalismo violento. Es, sin duda, un paisaje desolador.

¿Qué es esto? ¿Cómo podemos cambiar tanto de la noche a la mañana? Me lo estoy imaginando. Todo este lugar repleto de gente, de personas que venían a celebrar el fin de año. Contentas, felices, festejando y divirtiéndose con los amigos. Esperando a oír las campanadas tan ansiadas por sus corazones. Por un momento sintiéndose libres.
Hasta que esa libertad sobrepaso un límite.

De noche, y de madrugada. Habiendo oído ya las campanadas, es cuando todo se desmadra. Están borrachos, de tanto darle a la cerveza. Algunos pierden el control y empiezan a destrozar el mobiliario urbano. Al final, todo termina cuando interviene la policía y se lleva a los detenidos hacia la comisaría.

Y esto solo ocurre en una sola noche. Cada año nuevo.



Ahora veo algunas luces que se encienden en una casa. Los primeros coches que pasan. Y la gente medio somnolienta que se despierta.

Poco a poco todo vuelve a la normalidad.


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