Muertos. Cadáveres. Extendidos sobre la gran superficie llana. Una tierra que sangra, del color más rojo que se haya visto nunca.
Y en medio de toda esta tragedia esta él.
-Alguien quiere palomitas?- pregunta alguien.
Nadie contesta.
La tensión en la sala es demasiado grande. Todos estamos muy pendientes de la pantalla.
Ahora el silencio es lo único que queda en ese lugar. Nada de vida. Solo queda él, y está solo. La quietud es apremiante, y el silencio pronto le empieza a poner nervioso. Por su cara se ve que está angustiado. Las lágrimas, surcan su rostro en una terrible tristeza. En ese momento solo piensa en desaparecer, sin querer seguir con vida.
Sabemos que en cualquier momento va a suceder algo, y todos nos mordemos las uñas.
Y sí, sucede. Gritamos de terror cuando un monstruo aparece y le arranca un brazo al protagonista. Mientras grita agonizando, el monstruo se lo come vivo. Al final se hace el silencio, y vemos como el monstruo se come sus sesos, estando él ya muerto.
Ya no queda nadie en la humanidad vivo.
Aun seguimos temblando cuando salimos finalmente del cine.
-Dios mio.. Ha sido... Escalofriante- dice Angelica con voz débil rompiendo el silencio.
-Y esas cosas, eran horribles! Esos monstruos que comían a la gente-dice Marta.
-Zombies Marta. Zombies- le corrijo yo.
-Da igual como se llamen. Eran horribles!
- Eres demasiado sensible Marta- apostilla Joyce quien ha estado callado durante todo el rato.
Marta no responde, y se queda callada.
-La humanidad exterminada por algo que ellos mismos crearon- digo- que irónico.
- Es verdad, ficción o no, creo que todo se nos vuelve en nuestra contra- observa Joyce. Asiento.
- Pero sin duda creo que a veces nos lo merecemos, no crees?- comento- No todo lo que hacemos está bien.
- Sin duda.- responde.
- Seguimos hablando de la película, o de algo real?- dice Marta un poco exasperada.
- No te preocupes. No lo entenderías.- dice Joyce.
su expresión nos hace gracia y empezamos a reírnos de ella.
-Volvamos a casa.- digo.
domingo, 21 de noviembre de 2010
martes, 9 de noviembre de 2010
El camino de Rolvalls
El cielo de medianoche, iluminado por las estrellas, alumbraba el viejo camino de Rolvalls. Todo era oscuro a su alrededor. Su mente estaba cansada, y lo que en un momento era un simple camino que cruzaba se convirtió en un lugar aterrador.
Imágenes irreales se filtraban en su mente. Unas figuras incorpóreas llegaron a su paso, rodeándolo y cubriéndolo. Angustiado por lo que veía, intento quitárselos de encima. Y con un golpe de su mano, las figuras se disolvieron en simple aire. Respiraba con dificultad e intentaba tranquilizarse. Llevado por el miedo, empezó a correr por el camino mal iluminado, tropezando y cayendo alguna que otra vez. Cansado y fatigado, paro en medio del camino y miro a su alrededor para ver donde se encontraba. Unos inmensos árboles, con grandes ramas frondosas y tupidas, cubrían el firmamento. Solo algunas pequeñas clarianas permitían vislumbrar el otro lado. El suelo estaba cubierto de pequeños arbustos y matorrales, y alguna pequeña enredadera que trepaba y subía agarrada a la corteza de los árboles en busca de la luz. La sensación que daba al pisarlo era la misma que sentía cuando pisaba algo blando, como una colchoneta. Con la mano escarbó la tierra. Era húmeda y blanda, y en algunas partes estaba mojada como si hiciera poco que hubiera llovido.
Hacia rato que no oía nada. El silencio ocupaba la mayor parte de aquel inmenso bosque. No se veía ningún animal por allí, ni se oía el ruido de corriente de agua. Todo era un absoluto silencio. Y eso era lo que más le aterraba.
Las ramas empezaron a moverse, a causa del viento que soplaba. Un silbido penetrante, lo acompañaba. Atento, miro a su alrededor lo que sucedía.
El bosque cobro vida. Unos grandes pájaros negros sobre volaron por encima de su cabeza. Los sonidos y voces guturales que emitían algunos animales salieron de las profundidades del eterno bosque. Algo paso, porque no se supo nada más de él.
Imágenes irreales se filtraban en su mente. Unas figuras incorpóreas llegaron a su paso, rodeándolo y cubriéndolo. Angustiado por lo que veía, intento quitárselos de encima. Y con un golpe de su mano, las figuras se disolvieron en simple aire. Respiraba con dificultad e intentaba tranquilizarse. Llevado por el miedo, empezó a correr por el camino mal iluminado, tropezando y cayendo alguna que otra vez. Cansado y fatigado, paro en medio del camino y miro a su alrededor para ver donde se encontraba. Unos inmensos árboles, con grandes ramas frondosas y tupidas, cubrían el firmamento. Solo algunas pequeñas clarianas permitían vislumbrar el otro lado. El suelo estaba cubierto de pequeños arbustos y matorrales, y alguna pequeña enredadera que trepaba y subía agarrada a la corteza de los árboles en busca de la luz. La sensación que daba al pisarlo era la misma que sentía cuando pisaba algo blando, como una colchoneta. Con la mano escarbó la tierra. Era húmeda y blanda, y en algunas partes estaba mojada como si hiciera poco que hubiera llovido.
Hacia rato que no oía nada. El silencio ocupaba la mayor parte de aquel inmenso bosque. No se veía ningún animal por allí, ni se oía el ruido de corriente de agua. Todo era un absoluto silencio. Y eso era lo que más le aterraba.
Las ramas empezaron a moverse, a causa del viento que soplaba. Un silbido penetrante, lo acompañaba. Atento, miro a su alrededor lo que sucedía.
El bosque cobro vida. Unos grandes pájaros negros sobre volaron por encima de su cabeza. Los sonidos y voces guturales que emitían algunos animales salieron de las profundidades del eterno bosque. Algo paso, porque no se supo nada más de él.
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